(Enviado al mail por La Rebelión de las Palabras)
Estos días, muchxs compañerxs llegadxs de distintos puntos del Estado español nos dimos cita en Madrid con el objetivo de mostrar nuestra solidaridad y acompañar a lxs compas Mónica y Francisco en su juicio en la Audiencia Nacional. Un buen grupo se concentró en el exterior del edificio, gritando consignas que lograron traspasar los muros y abrazar a Mónica y Francisco, cuya actitud digna, firme y consecuente durante el juicio fue también para muchxs de nosotrxs un empujón, un aliento, un motivo más para sentirnos cómplices y decididxs a seguir adelante, sean cuales sean las artimañas que el enemigo pueda hurdir para encerrarnos. Mientras, otrxs tantxs pudieron entrar a la sala. Para enterarse mejor de los pormenores de cada una de las sesiones, os recomiendo mucho la lectura de los 3 resúmenes que fueron publicados por otrxs compañerxs en el Indymedia Barcelona (podéis acceder clickando a continuación en el enlace correspondiente: primera sesión, segunda sesión, tercera sesión). El objetivo de este escrito no es tanto relatar los hechos sino intentar leerlos, compartir reflexiones del durante y del después, con el fin de intentar acercar un poco más la situación a compañerxs de otros territorios del planeta o del propio Estado español pero que por las razones que fuesen no pudieron desplazarse a Madrid.
“No importa lo que ocurra, porque lo jodido es que la sentencia ya estaba escrita antes del juicio, pero como siempre la democracia necesita un paripé que legitime su represión.”
Así hablaba una compañera mientras debatíamos tras el juicio sobre cuáles eran nuestras conclusiones globales, y acerca de cuáles podrían ser los posibles resultados para el proceso. No le falta razón, y aunque podría matizarse y completarse hasta el infinito, esa afirmación suya aunque simple refleja bastante bien un sentimiento que comparto. Y es que el juicio contra Mónica y Francisco no fue más que un teatro, una obra representada sobre los escenarios mediáticos y judiciales en los que el sistema legitima y valida socialmente todas sus cadenas, donde los candados y las sogas que encierran y estrangulan a sus adversarixs toman la forma de ficheros, y de declaraciones y pruebas tan falsas como la máscara de presunta imparcialidad y objetividad tras la cual una jueza cobarde y prepotente se ríe de nosotrxs.
Dicen por ahí que la Justicia (así, en mayúscula, como una institución suprema de criterio absoluto) es objetiva, que es ciega, que es (o debería ser) imparcial. No obstante, quienes llevamos un tiempo en este lado de las cosas sabemos muy bien que todos esos mitos sólo convencen al ciudadano medio, feligrés ad-hoc de la religión democrática.
En lo que a nosotrxs respecta, el juicio cumplió (y quizá superó) nuestras expectativas. Ni el tan hilarante como irrisorio despliegue de “pruebas” presentadas por la fiscal y por lxs distintxs peritos policiales, ni la constante y descarada tentativa por parte de la jueza de entorpecer/silenciar/obstaculizar las declaraciones de la defensa (especialmente aquellas menos convenientes para su andamiaje represivo, dado que desarticulaban las falacias que lo apuntalan) nos sorprendieron, aunque sí hicieron aflorar una vez más la ira y la impotencia, sentimientos a los que estamos tristemente acostumbradxs.
Ni huellas dactilares ni ADN de lxs compañerxs fueron encontradxs ni en los restos del explosivo detonado en la Basílica del Pilar de Zaragoza ni en la cabina telefónica usada para hacer la llamada que dio el aviso de bomba; Los supuestos vídeos de seguridad, aunque según fiscal y peritos policiales mostrarían a personas con “la vestimenta y la forma de andar” (¿?) de Mónica y Francisco, carecen de la calidad mínima estipulada (en cuanto a cantidad de píxeles y definición de las imágenes) para servir como prueba, y además los análisis antropométricos se realizaron en relación a imágenes recogidas aleatoriamente de Internet (tal y como los propios peritos policiales reconocieron en sus declaraciones) sin poder estar seguros de si esas fotografías habían sido modificadas o alteradas mediante programas y aplicaciones de montaje fotográfico, y esto por no hablar de que no hay una sola de las imágenes de cámaras de Zaragoza donde se vea a lxs compañerxs o a alguien que se les parezca, limitándose todo a imágenes del Metro de Barcelona, ciudad donde ellxs residían; No hubo rastro alguno de los presuntos “boletines internos” de los GAC que lxs compañerxs poseerían, ni tampoco ningún documento que certificase los supuestos “hallazgos” de los maderos, como las “notas sospechosas” en “cuadernos de tapa negra” o los supuestos “manuscritos”; Las mentiras pronunciadas por la acusación en la sala cuando dijeron que Mónica y Francisco habían sido condenadxs por terrorismo en Chile (dentro de la Operación Salamandra/Caso Bombas) y que su absolución se habría debido a un “error procesal” (¿?) son directamente falsas; Además, los 4 testigos que presentó la defensa confirmaron las declaraciones que en su momento dieron a la policía, en las cuales ninguna de las características que describieron de lxs individuxs que les llamaron la atención (edad, aspecto, acento del habla…) se corresponden con las de Mónica y Francisco, y esto por no hablar de que, a pesar de que mantiene las acusaciones por estragos y lesiones y continúa solicitando una condena de varios años de cárcel (si bien de 12 años y medio, mucho menor que la petición de 44 años que solicitó la fiscalía) y una indemnización de más de 100.000 euros, el abogado de la mujer que dijo haber sufrido daño en un oído a causa de la explosión del artefacto por cuya colocación se acusa a Mónica y Francisco retiró la acusación por terrorismo, reconociendo pese a ser parte de la acusación que no existen pruebas reales que confirmen que la FAI/FRI es una organización terrorista (dado que desde 2009, de hecho, no figura como tal en la Disposición Europea, dato que, por cierto, los “profesionales” peritos policiales desconocían cuando intentaron sostener sus argumentos apuntando que en la disposición de 2001 sí aparecía). En fin, ni una sola prueba consistente más allá de las declaraciones de testigos de la fiscal (que casualmente, son TODXS policías) basadas exclusivamente en innumerables imprecisiones y pruebas inválidas que la defensa, afortunadamente, pudo ir refutando y desmontando una por una, para escarnio de la jueza y sus compinches.
Podría ponerme a desmenuzar todas las especulaciones y fantasías de película yanki de acción que una de las peritos policiales que declaró para la acusación soltó en torno a la supuesta vinculación de Mónica y Francisco con los GAC y a la supuesta conexión de éstos con la Federación Anarquista Informal. No obstante, además de que debo reconocer que me da bastante pereza, me interesa centrarme aquí en un aspecto particular de esto, en concreto en la persistente tentativa del Estado por criminalizar y convertir en prueba judicial los lazos de afinidad y solidaridad que unen a lxs compañerxs más allá de las fronteras y las distancias. Durante esa parte del juicio, correspondiente a la segunda sesión, hechos como la contribución de Mónica al libro “Mapeando el fuego” (editado en distintos territorios e idiomas y que contiene palabras de diversxs compañerxs anarquistas presxs alrededor del mundo en solidaridad con lxs presxs anarquistas de la Conspiración de Células del Fuego en Grecia), o como los saludos solidarios que anarquistas presxs de otras partes del planeta enviaron en su día a Mónica y Francisco (se mencionaron el llamamiento al Diciembre Negro de los compas Panagiotis Argyrou y Nikos Romanós desde Grecia y un comunicado reivindicativo de una acción de sabotaje realizada en Barcelona en el marco de esta misma campaña, por ejemplo) se convirtieron por arte de magia en “evidencias” de la presunta “pertenencia” de Mónica y Francisco a FAI/FRI (como siempre, partiendo de la base de que la FAI/FRI posee algún tipo de estructura formal/fija, con determinados “liderazgos” y roles marcados, lo cual simplemente es falso) y por tanto en elementos importantes para la aplicación de sentencias condenatorias. No entiendo (ni me importa) en qué medida una persona es responsable de que otrxs le envíen saludos o le dediquen sus acciones, pero sí es fácil dilucidar y resolver las intenciones que tal ejercicio de criminalización trae consigo. Lo que se busca y pretende es silenciar y ahogar cualquier grito que cruce las fronteras, que vuele sobre los muros que esta sociedad enferma levanta compulsivamente a nuestro alrededor, y supere las barreras que imponen las élites para acariciar el rostro de quienes permanecen bajo llave, en otro punto geográfico, en otro momento, pero bajo las mismas reglas demenciales. Es importante incidir sobre ésto, pues casos anteriores de estructura y desarrollo similares a los de la Operación Columna y a los de este juicio derivado de la misma nos indican que la solidaridad se paga cara, y que incluso cuando son unas simples palabras de afecto, sin más vínculo que el cariño que, al saber de sus palabras y hechos consecuentes, nos despiertan determinadas personas enjauladas o no, el atrevimiento de saludar a aquellxs a quienes el Poder quiere ver aislados, solos y acorralados, tiene consecuencias. Igual de destacables son los intentos (una vez más) por parte de algunxs peritos policiales, y de la jueza y la fiscal, de presentar el apoyo mutuo y la solidaridad como prácticas exclusivas de la FAI/FRI (¿?), como si la solidaridad y el apoyo que distintxs presxs anarquistas (al margen de si fueron o no encarceladxs por acciones reivindicadas en su momento bajo estas siglas) se han mostrado entre sí fuesen factores determinantes a la hora de afirmar la pertenencia de dichas personas a esa organización. Por esa regla de tres, ¿todas las personas que alguna vez hemos escrito una carta a compañerxs presxs, o que hemos participado en concentraciones y manifestaciones de apoyo, o que hemos repartido panfletos y pegado carteles informativos, o que hemos difundido o solidarizado de cualquier manera con anarquistas prisionerxs, podríamos ser propensas a ser señaladas como supuestas miembros de esta organización? Cualquiera que se haya documentado mínimamente sobre los aspectos más básicos y superficiales de la teoría y práctica anarquistas sabe perfectamente que la solidaridad y el apoyo mutuo son valores y actitudes propios de toda persona que se diga anarquista, ya que, con sus muchos matices y diferencias según el criterio de la persona a la que preguntes (no todxs entendemos la solidaridad o el apoyo mutuo del mismo modo, aunque compartamos una base de mínimos común), ambos fortalecen la negación de este mundo, y plantean la cooperación y la relación entre iguales como oposición a un mundo basado en la competitividad, el canibalismo social y el aislamiento, donde se nos empuja continuamente a entregarnos a una malograda cultura del capricho irracional sin prestar atención a las consecuencias que nuestros actos tienen para otrxs, ni a las opresiones a las cuales estamos contribuyendo con ellos. La criminalización y los esfuerzos renovados por hacer de la solidaridad y del apoyo mutuo elementos de sospecha no son casuales y responden a la desesperación de los represores por aislar toda práctica no recuperable y no asimilable por su sistema. Sigue leyendo ESPAÑA: DESMONTANDO EL ANDAMIO. ALGUNAS REFLEXIONES PERSONALES TRAS EL JUICIO CONTRA MÓNICA Y FRANCISCO