Hoy, mientras escribo estas letras, leo en un diario que en Llallagua han incendiado las oficinas de la defensoría de la niñez, la fiscalía, las oficinas de la policía y la casa de un violador confeso. Sonrío. Lo celebro, no van a esperar que la policía se haga cargo, destruyen las instituciones del Estado, las atacan. Pero, la sonrisa pasa… Esta bien, la revuelta colectiva es diferente. Menos riesgosa (según algunxs) pero posible en cada momento (la sonrisa vuelve).
Un ensayo de irreverencia
Odio los textos que explican con detalles literarios y filosofías exquisitas las motivaciones anárquicas para hacerlas simpáticas a los lectores. Cuando escribo este texto no pretendo agradar a nadie ni limpiar ninguna imagen, ni siquiera dar explicaciones, por el contrario busco insistir antipáticamente (a partir de los ataques explosivos e incendiarios en La Paz, Sucre y Cochabamba, entre 2011 y 2012) en que la confrontación anárquica no puede quedar como un caso aislado. Depende de cada unx hacer de la revuelta una posibilidad de alegría y odio fluyendo caóticamente por nuestras vidas, y sentir en cada paso de la insumisión la desbordante alegría de la libertad.
Incomoda volver a hablar de la existencia de los grupos de acción y de los ataques a símbolos físicos de la dominación en el territorio controlado por el estado boliviano porque el proceso judicial sigue abierto y porque aún, como movimiento, no se ha logrado sobrellevar el contragolpe del sistema. Pero es precisamente por eso que es más importante mantener la reflexión, la postura honesta y firme sobre lo sucedido, y a eso voy.
El 29 faltó fuego…
El 29 de mayo, tras las detenciones lo que más faltó fue el fuego. Los comunicados aclarando que lxs detenidxs no tenían nada que ver con los atentados no tuvieron, y era obvio que no iban a tener, la fuerza necesaria. La fuerza solo podía venir del fuego, de más ataques, y ese fue un error determinantemente fatal, no solo para lxs detenidxs, sino para la ofensiva anárquica misma, porque a partir de ahí, la represión consiguió reducir todo un creciente movimiento a una serie de trincheras apavoradas. ¿Qué pasó? Simplemente hubo mucha confusión y ganas de evitar la detención, por lo tanto hubo poca movilidad, poca estrategia y poca seguridad a la hora de reunirse entre afines para poder reaccionar como debíamos haberlo hecho: quemando y atacando todo lo que pudiéramos. Y lo digo así de claro, para que quienes enfrenten una represión, sepan que ese mismo día se tiene que atacar, y al otro día también, y al otro y al otro, para dejar claro que lxs detenidxs no son lxs responsables, pues sabemos que la policía en eso si, se equivoca y sin vergüenza. Y para que la llama encendida por unxs no se apague con la detención de otrxs.
Si esto suena a reflexión en extremo básica es porque hubieron errores de ese tipo, y es bueno que se sepa, que se hable de las cosas que no siempre son buenas, sin afán de autotorturarse por errar y mucho menos tratando de negar las equivocaciones.
Tras el 29 sobraron teorías de conspiración…
Se han buscado explicaciones diversas, y se han construido teorías locales de conspiración sobre el proceso represivo del 29 de mayo del 2012. Para mí, la respuesta es más simple: era una consecuencia obvia. Los pormenores pueden ser diversos, entre ellos la presencia de una persona colaborando con el estado y la policía. Pero en sí, la defensa estatal frente a los ataques una vez que dejaron de especular y cayeron en cuenta que eran anárquicos, era algo que tarde o temprano iba a suceder. Y esto también es necesario repetirlo porque es necesario autocrearnos condiciones para enfrentar las olas represivas.
La búsqueda de múltiples teorías de conspiración que expliquen el porqué de las detenciones explica, a su vez, que los ataques no tenían un sentido para lxs libertarixs, que la prisión no era una posibilidad para ellxs (y debería serlo para cualquiera que se enfrenta a la dominación) y que aún hoy se evita confrontarse con la policía y el estado por causa de las detenciones. Es decir, la violencia de los arrestos, de los allanamientos, de la privación de libertad sin fundamento alguno, de la continuidad inquietante de un proceso que al no hacer nada mantiene en vilo a lxs involucradxs, no ha provocado más rabia, más anarquía. La violencia de encerrar personas por defender máquinas de expendio de dinero no alarma, ni enciende odios, mucho menos más máquinas. La lobotomía social ha calado tan hondo que esto parece legítimo (no solo legal) hasta para la mayoría de lxs castigadxs que prefieren seguir buscando explicaciones más complejas.
Los fantasmas les habitan.
A menudo he oído hablar del hombre que comete un delito como si él no fuera uno de nosotros, sino un extraño y un intruso en nuestro mundo.”
Las olas represivas que vienen sucediéndose desde el caso bombas, las detenciones en Grecia, la detención de los compas de Culmine con la operación osadía, los 5 de karcelona, la operación pandora y piñata, la detención de lxs compas en México, los presxs no tav, el caso bombas 2, nos relacionan profundamente con diversos espacios y tiempos de solidaridad y compañerismo. El 29 no fue un hecho aislado. Esta no es una historia excepcional. Lxs presxs son nuestrxs compas, están entre nosotrxs.
La incansable posición de Henry y su feroz cuestionamiento a la colaboración delación y traición fue lo único que mantuvo los vínculos de conexión solidaria con el resto del paisaje anárquico. La prisión, más allá del compañero, provocó una retirada feroz de la fauna y flora anarquista y libertaria. Todo el proceso represivo en Bolivia parecía ser “incomprensible” para quienes la represión es lógica, legítima y legal.
El 29 no fue un hecho aislado. Lo que aisló a estas tierras del mapa de la revuelta fueron fantasmas. La prisión, en el territorio dominado por Bolivia, se ha vuelto una presencia fantasmal que funciona como control efectivo. Un fantasma que mete miedo, que habita en los cuerpos y se alimenta de las rabias dejando solo el hueco del arrepentimiento, que se expande y se disfraza, de civismo, de anarcopacifismo, de rebeldías ciudadanas, de negociaciones con la “justicia”. Niñxs buenxs tomando la sopa y haciendo los deberes, mal hechos, pero haciéndolos, que conocen las reglas y los márgenes de sus rebeldías, y aprovechan las posibilidades alternativas que el mercado, también alternativo, les ofrece. Qué difícil es combatir a los fantasmas.
Nuestras Vidas se fueron a la mierda!
A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar”
Tras el 29 de mayo nuestras vidas se fueron a la mierda. Encerradxs. Aisladxs. Expuestxs, sin nadie que te abra una puerta. Sin poder volver a “casa”, huyendo hasta de tus “amigxs”. Nuestras vidas se acabaron como las habíamos conocido. Lo que pudimos hacer de ahí en adelante fue lo que nos marcó profundas diferencias hasta hoy, tres años después, con caminos irreconciliables para algunxs y con tensiones más o menos fuertes para otrxs.
El 29 de mayo nuestras vidas se fueron a la mierda, tres años después, ¿Qué hacemos de ellas? ¿Cuánto de nuestro desprecio al sistema prevalece en nuestros pechos y en nuestras acciones? ¿Cuántxs y de qué formas se han rendido, ciudadanizándose cada día un poquito más? ¿Cuánta fuerza fue capaz de salir de nosotrxs frente a la quiebra total de nuestras vidas? ¿A cuántos aun serían capaces de entregar y delatar? ¿Aun defienden la prisión?
Ese sacudón, provocó una reconsideración sobre las zonas de confort, sobre la vida colectiva, la soledad, la fuerza, sobre los lazos y los afectos, y sobretodo hizo repensar posiciones políticas. En mi caso y en el de algunxs afines, la represión lejos de aligerar la determinación antiautoritaria para congraciarse con el poder y con la sociedad (a la que luchaban por incorporarse la mayoría de lxs detenidxs), reforzó la decisión de enfrentarlxs. La depuración ahí la veo como positiva. El 29 de mayo marcó la radical separación de las formas de entender la libertad, la anarquía y la rebeldía entre lxs que nos considerábamos anarquistas, trazó las fronteras entre quienes aceptan el sistema alternativamente y quienes no lo aceptamos de forma ninguna y luchamos cada día por expulsarlo de nuestras prácticas cotidianas al mismo tiempo que lo atacamos buscando por lo menos incomodar, quebrar la normalidad de ese conformismo letrado, informado y pasivo, profundamente cómplice de múltiples cadenas de explotación.
El 29 supuso dar un paso al frente, o retirarse del combate. Ese fue el punto de no retorno a la normalidad. Un punto que no se puede reducir a una fecha de memoria, sino de expansión de la revuelta.
Aún falta fuego, rebeldía, vandalismo
La Revuelta necesita de todo: diarios y libros, armas y explosivos, reflexiones y blasfemias, venenos, puñales e incendios.
El único problema interesante es cómo mezclarlos
La tensión contra la dominación no puede estar carente de un flujo relacional entre ideas, acciones, formas de vida individual y colectivas, una vida lo más autónoma posible y un ataque permanente a la autoridad del estado-capitalista-extractivista. Moverse rápido, cambiarlo todo. Amar y odiar al máximo en cada lugar, con cada compañerx. Planificar cuidadosamente, estar preparadxs para todo, todo el tiempo. Romper con todo, sobretodo con nuestras formas de entender el mundo.
Más allá de los errores, es un orgullo haber sido parte de esos eventos. Nuestras vidas han cambiado, la separación se ha dado y nada se ha detenido. Aún es posible hacer de la revuelta y la violencia armas efectivas contra la monopolización del poder. Escribir los capítulos finales de esta historia, está en cada unx de nosotrxs, lxs que afrontamos de diversas formas esa represión, lxs que solidarizaron, lxs que observaron, los que quieren pero no se animan…Ya hemos vivido una represión, estamos más preparadxs. Ya nos hemos ido a la mierda y nos hemos recuperado. Ya hemos tendido lazos firmes y marcado las diferencias necesarias. La tierra está fecunda. El poder se está afilando, monopolizando cada espacio, retomando batallas por las que arriesgamos nuestras vidas y que parecían por lo menos estar paralizadas, como la del TIPNIS. La indignación tarde o temprano va a desbordar de nuevo.
Por la libertad, el caos y la anarquía.
A las cárceles demolición.
Desde algún hueco y desde el irrenunciable anonimato: a Henry por su irreductible rebeldía, a la manada (compas del aullar salvaje y rabioso que están por el mundo procurando que viva la anarquía), a Xosé Tarrío y Mauricio Morales (nuestrxs muertos están con nosotrxs y no descansan en paz, siguen en pie de guerra), con la firmeza de siempre.