(Recibido al mail)
Índice:
-Editorial (Por Chimalitztli)
-Selknam: Salvajes del Sur (Por Tierra Maldita)
-Funeral Nihilistico: Aniquilación de la vida (Por Nechayevshchina. Traducido por Espíritu Tanu de la Tierra Maldita)
-Cazadores nocturnos (Por Criminelle et Sauvage)
-Lecciones dejadas por incendiarios (Por Asilvestrado)
-“Salvar el mundo” como una de las más altas formas de domesticación (Por Chahta-Ima. Traducido por Xale)
-Cronología Maldita (Por Grupo Archivístico Öme)
-Haciendo Peróxido de Acetona (Traducido por Ghoul)
-En la sangre (Por Matar o Morir Ediciones)
Editorial
¿Qué es la vida? Es el destello de una luciérnaga en la noche. Es el aliento de un búfalo en invierno. Es la sombra que corre sobre la hierba y se pierde al final del día.
Pie de Cuervo, antes de morir. Abril de 1890.
La Naturaleza Salvaje hace un llamado, ese llamado especial solo lo escuchan algunos cuantos, los llama a defenderla como dé lugar, a resistirse a la artificialidad, a la modernidad y al progreso antropocéntrico, el llamado es desesperado y agonizante, cruje lentamente.
Para los hiper-civilizados es inaudible e insignificante, pero para nosotros, los eco-extremistas en específico, es de vital importancia acudir a ese llamado.
Soy un eco-extremista, y reconozco el valor que eso tiene hoy en día, en esta era moderna la sociedad idiotizada y embriagada de tecnología te tilda de lunático cuando pones por encima de lo artificial lo Natural, cuando eliges entablar conversaciones de frente en vez de mandar un mensaje por facebook, cuando eliges tomar remedios naturales en vez de drogar tu cuerpo con medicina alopática, cuando enalteces la vida de los grupos cazadores-recolectores nómadas en vez de enaltecer las aborrecibles prácticas de los transhumanistas, etc.
En esta sociedad industrializada si te opones a sus valores morales humanistas y progresista, eres un reaccionario o un intolerante, la masa te señala con sus pútridos dedos gritando al mismo tiempo: ¡Terrorista!
Soy un eco-extremista, y reconozco el valor que eso tiene hoy en día, y estoy dispuesto a que me cataloguen de lo “peor”, con tal de reivindicarme siempre como un individualista en guerra contra el sistema tecnológico y su civilización.
Soy un eco-extremista y estoy en Guerra, he confeccionado explosivos con bastante metralla que he dirigido contra tecnólogos que trabajan para artificializar la Naturaleza Salvaje. Los cables positivo y negativo se han encontrado, la energía de la pila ha llegado a calentar el foco dentro del niple galvanizado relleno de dinamita, se genera la chispa, el explosivo ha funcionado, los he herido, la metralla ha llegado a penetrar sus cuerpos, los gases de la dinamita calcinada han llegado a sus pulmones quemándolos al mismo tiempo, su sangre derramada ha servido para recordarles que NO son dioses, aunque jueguen a serlo; no me arrepiento en nada de esas heridas, de su espanto, de las consecuencias, lo que les ha pasado solo es una respuesta de la Naturaleza Indomable que ha hablado a través de MÍ.
He estado escondido en varias ciudades preparando atentados, conspirando con afines, y ensanchando mis prácticas en el plano de la actividad delincuencial.
He incendiado automóviles indiscriminadamente, lujosos y no lujosos, chicos o grandes, puesto que todos son asquerosas maquinas que hacen que la capa de smog se siga solidificando sobre mi cabeza, los he visto arder como una fogata entre los espesos bosques, he sabido de la reacción de sus dueños, no me importa en nada, la Naturaleza me ha dado la fuerza para salir intacto de esas situaciones.
He detonado armas de fuego en contra de grandes obras de infraestructura y contras los que trabajan en ellas, cobijado por la oscuridad de la noche junto con mi manada de fieros guerreros. La fuerza del arma sobre mi mano retumbado con ese característico sonido de trueno, los casquillos saltando como ranas, mis pies bien firmes como el tronco de un gran árbol aferrándose a la Tierra, mientras mis enemigos se esconden, y corren a refugiarse, como si fuego cayera del cielo, como si estuvieran en el ojo de un devastador huracán. Hemos salidos victoriosos de nuevo, la Naturaleza nos ha protegido.
He detonado bombas en instituciones gubernamentales, universidades públicas o privadas, empresas, etc., el explosivo casero armado pesa en mi mochila, pólvora negra dentro de un recipiente metálico bien cerrado, gas butano para crear una onda expansiva, gasolina para generar segundos después de la explosión un incendio, y napalm para que el fuego sea más duradero. De noche o de día, me dirijo a mi objetivo, con calma lo coloco disimuladamente y me retiro, escucho mis pasos sigilosos y rápidos por el maldito y chocante concreto, mi respiración, el corazón se escucha como los tambores de la Danza de la Guerra, minutos después, se escucha un fuerte tronido, ha funcionado, los daños están generados, si un transeúnte se atravesó no me interesa, mi objetivo fue golpeado, si un curioso fue alcanzado no me importa, lo hecho echo está.
Rechazo la escolaridad impuesta por instituciones educativas cómplices del sistema, prefiero estudiar las cosas que a mí me interesan y no las cosas que les apetece “enseñarme”, las cuales en muchas ocasiones son inútiles para la vida que llevo ahora. Las aulas educativas son una jaula más dentro de la Gran Jaula llamada Civilización, y por eso no estoy dispuesto a entrar a esa cárcel por mi propia voluntad. El conocimiento que yo quiero no se encuentra en las facultades, se encuentra en las montañas o en los bosques, en los desiertos o en la selva, a lado del coyote y del venado, debajo del sol y la luna, entre raíces y la lluvia, sobre caminos sin recorrer, a un costado de los ríos y lagunas, junto con mis afines o en solitario, acompañado de los espíritus de mis antepasados.
Rechazo el trabajo asalariado que te rebaja a ser un esclavo moderno en las ciudades o en el campo, y aunque es necesario el dinero viviendo en estas urbes que apestan a basura y perfume, me esfuerzo por conseguirlo de una u otra forma, siempre por las vías ilegales.
Mi escuadra 9 milímetros me acompaña cuando requiero obtener dinero para conseguir cualquier fin o cualquier medio. He atracado comercios, bancos, etc., no soy un hombre “honesto y trabajador”, soy todo lo contrario, soy un delincuente y un terrorista, un aprovechado y un oportunista y no me avergüenza decirlo pues es lo que soy, yo soy la antítesis de este sistema, consciente de lo que hago, consciente que lo que realizo es catalogado como de “malo” para la sociedad, y cuando lo hago lo disfruto, lo gozo, no tengo remordimientos de conciencia porque sé a qué le juego, conozco las consecuencias y aun así me adentro entre las tinieblas sin quejas, ni lamento alguno.
Me visualizo, observo muy bien mi objetivo a asaltar, estudio la zona y las vías de escape, me preparo para lo peor, antes de salir, serenamente pero nervioso elevo una plegaria a lo Desconocido, pidiendo que cuide mis pasos y que pese a lo que ocurra pueda salir victorioso, platico con la Naturaleza, diciéndole siempre que ella sabe porque hago las cosas, que mis intenciones son reales y sinceras, que los que se atrevieron a dañarla deben pagar, terminando repito un versículo robado de los retazos de las viejas escrituras apocalípticas, de manera pagana:
“Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y en tiempo de destruir a los que destruyen la Tierra también”.
Tomo mi escuadra, relleno el cargador a tope, cargo y pongo seguro, salgo dirigiéndome hacia mi presa, una pequeña institución bancaria antes vista y estudiada, mi banda sabe muy bien que estoy dispuesto a dispararle a cualquier persona que intente frustrar el robo (policía, héroe civil, etc.), a la par yo también estoy seguro que si alguien me intenta detener, ellos responderán de la misma forma.
Se toman posiciones estratégicas, me dirijo al banco con mi pistola en el bolsillo, con el dedo índice en el gatillo y mi dedo pulgar en el seguro, preparados todos. Me formo en la fila del banco disimulando ser un cliente común, mi cómplice me cuida la espalda a unos metros.
Mientras pasan los borregos ordenadamente a las cajas observo el cartel en donde se evidencian los perfiles a los atracadores de bancos más buscados, el cartel tiene una leyenda que dice: “Si los reconoces, denúncialos”, se me sale una sonrisa burlona, el tiempo pasa lento y mis ansias me recorren el cuerpo pero sin ser evidentes ante los demás, para no despertar sospechas. Me toca pasar, la cajera me dice amablemente, “pase”, doy unos pasos y me encuentro frente a ella, le sonrío cínicamente y le digo: “voy a hacer un retiro”, al mismo tiempo me recargo con los codos en la barra de la caja, en una de mis manos está mi pistola apuntándole al pecho a la cajera y con la otra mano le señalo que me entregue todo el dinero, la cajera se queda en shock, lentamente bajo el seguro de mi arma y sin más me entrega varios fajos de billetes, la operación es silenciosa y sin ningún contratiempo, observo fijamente los ojos de la cajera, advirtiéndole que no haga nada por lo que se podría arrepentir.
Afuera, el transito sigue igual, la gente caminando fuera de banco o entrando y saliendo, una mujer con sus hijos después de recogerlos de la escuela en la parada del camión, un hombre caminando por la acera discutiendo por celular, un puesto de dulces ambulante en la esquina atendido por una anciana, todo con normalidad y en aparente calma, nadie sabe que en ese momento un atraco bancario se está ejecutando.
Mi banda con los sentidos al cien, vigilan, sus escuadras y una ametralladora están listas para escupir plomo si es que llegan policías al lugar. Me ven salir del banco y detrás de mí, mi cómplice cuidándome las espaldas disimuladamente. Nos vamos, y mientras pasamos por una de nuestras vías de escape alejándonos del lugar, vemos una camioneta llena de policías a toda velocidad yendo hacia la dirección en donde se encuentra el banco, nos miran pero se siguen de filo, nos perdemos en la periferia urbana.
Esta vez el atraco se ha mantenido sin tumultos, sin persecuciones ni disparos, pero en otras ocasiones el “trabajo” no ha salido tan “limpio”, me ha tocado estar en la situación en la que un cajero se quedó en shock cuando le apunté con mi pistola, y se negó a darme el dinero, por lo que sin titubear le disparé, el tronido del arma se escuchó alrededor de todo el banco, enseguida el zumbido de mis oídos, el casquillo rebotando por el piso, el vidrio blindado no pudo contener el calibre y la bala lo penetró, alojando la bala que disparé en el pecho del hombre, cayendo herido, dentro de mi decía: “¡cajero de mierda, si estás dispuesto a proteger el dinero de los putos banqueros con tu vida, entonces no tendrás problema en morir por ellos!”, supe en ese momento que todo había salido “mal” pero podía ser peor, rápidamente me dirigí a la salida del banco, pero de reojo observé que el gerente estaba al teléfono, era claro que estaba intentando comunicarse con la policía, por lo que rápidamente apunté y disparé de nuevo, hiriendo también al bastardo. Salí del banco casi corriendo, sin dinero, detrás de mi había dejado dos heridos graves de bala, ese día, la sangre de esos hiper-civilizados había sido una ofrenda a la Naturaleza Salvaje, la ruidosa alarma se había encendido tras el primer disparo, corrí para perderme entre las calles, y lo logré, a lo lejos se escuchaban sirenas, me buscaban, mi boca seca, mi arma caliente, mi mano con olor a pólvora, mi caminar nervioso, pero mi mueca sonriente y gozosa de poder haber balaceado a esos dos imbéciles que arriesgan su vida por proteger sus empleos de mierda, reivindicándome como un individualista del tipo extremista sin nada que lamentar y aprendiendo de mis errores, ya habría otra oportunidad de cometer otro atraco, sin prisa.
Todo lo expuesto arriba no es alarde, es realidad y para decir la verdad, es tan solo una parte importante de la actitud de un eco-extremista como yo, la actitud de guerrero es la que siempre se debe tener en ese tipo de situaciones ya sea cuando confeccionas un explosivo, como cuando te diriges a dejarlo, cuando lo detonas, cuando causas heridas, cuando atracas un lugar o cuando le entregas la vida de tu objetivo a la muerte. La otra parte importante del eco-extremismo es la que tiene que ver con el desarrollo individual o colectivo en la Naturaleza, lo que se aprende en ella, los conocimientos que adquieres mediante la práctica en un entorno natural, todas las situaciones especiales que nutren el paganismo y el apego a lo Natural y a lo Desconocido.
Soy un eco-extremista, y reconozco el valor que eso tiene hoy en día, amo la Naturaleza Salvaje, la respeto y la valoro, de ella he aprendido muchas cosas.
Recuerdo unas grandes llanuras que me gustaba visitar cuando era pequeño, había muchas variedades de árboles, había topos, conejos, muchos insectos, varias aves, etc., mi padre me llevaba a que jugara ahí pues era el único lugar Natural que quedaba en el pueblo consumido por la urbanidad, corriendo libremente llegábamos hasta un rio el cual observábamos por horas, el viento en nuestros rostros, sonrisas, el pasto picaba la piel, la calma inundaba nuestro ser, y realmente lo disfrutaba.
Los años pasaron y las grandes empresas de infraestructura llegaron al lugar con maquinaria pesada para la construcción de una gran autopista, así es como aplanaron la Tierra, taparon las madrigueras de los topos y los conejos los cuales murieron asfixiados, algunos quisieron huir pero murieron en el intento, los nidos de las aves fueron tumbados junto con los árboles que fueron arrancados de raíz, el bonito rio lo convirtieron en un gran canal de aguas negras arrojándole basura y desechos tóxicos, sepultaron la Tierra bajo concreto, hicieron de ese hermoso y apreciado lugar para mí, una porquería, una obra más para proteger los intereses de la maldita civilización, para que esta estuviera mejor interconectada, ¡todo por el puto progreso humano!
Al acudir al lugar que tanto valoraba desde pequeño y verlo convertido ahora en una triste autopista, mi corazón se rompió y lloré de dolor mirando la devastación, mis manos temblaban, sudaba, enfurecí y decidí vengar lo que habían destruido, varias máquinas sufrieron daños por incendio que yo causé semanas tras semanas, intentando desesperadamente que dejaran de hacerle daño a ese lugar, pero no logré detener nada, era joven, y mantenía cierta esperanza porque algún día una “revolución” triunfara por sobre este sucio sistema, pero me di cuenta que estaba siendo muy idealista, rechacé entonces el sueño de la “revolución”, y decidí no tener ninguna esperanza, no mantener fe en el futuro “colapso”, y enfrentar el presente decadente y pesimista en el que me encuentro viviendo, aceptando que el progreso no se detiene, por lo menos aquí.
Esa es una de las tantas razones por las que odio la civilización, su progreso y el sistema tecnológico, y por el cual lo quiero ver todo ardiendo, es una de las razones por las que estoy del lado de la Naturaleza; porque no solo hace eso con los entornos sino que los modifica a su antojo, no solo extermina especies, sino que las quiere domesticar, no solo sojuzga el carácter del ser humano, sino que lo quiere controlar completamente, quiere sepultar los instintos como las madrigueras de esos topos, quiere que olvide que vengo de la Naturaleza, quiere que sea un ebrio más cayéndome por las nuevas innovaciones tecnológicas como todos los demás, yo no permitiré eso.
Es necesario para el eco-extremista mantener la parte guerrera que nos caracteriza, pero también, a la par, mantener un vínculo simbiótico con la Naturaleza, respetándola y venerándola.
He caminado descanso por senderos desconocidos solo siguiendo el rio hasta llegar al lugar en donde nace, aprendiendo que muchas veces el camino es difícil pero cuando llegas al final del recorrido la recompensa es enorme. He escuchado los aullidos de los coyotes que me rodeaban en las montañas por la noche, mientras miraba el cielo estrellado teniendo al lado mío una fogata, ansioso de que la Naturaleza me diera visión. Me he “perdido” en los montes, y por obra de la causalidad en ese recorrido me he encontrado con grandes piedras semejadas a rostros humanos, teniendo un encuentro íntimamente espiritual con ellas. He dormido en cuevas que parece que se me caerán encima, con un tecolote blanco cuidando de mí sueño y el aroma de las plantas silvestres dándome tranquilidad en el momento. Me he alimentado de brotes de salvia y de berro, de mezquite y de tomate silvestre, me he curado alguna herida con sangre de grado y sábila, he hecho refugios con palma y troncos de pino, he practicado el fuego por fricción con base de sotol y taladro de gordolobo, he comido carne de serpiente y curtido pieles de roedores. Me he sentido observado por “algo” en los bosques por las noches, pero que sin duda no tuve temor. He sentido ser parte de algo más grande. Me he aventurado a recorrer cuevas angostas, en donde ni mi mano podía ver por la oscuridad que me cubría, me sobresalté por los murciélagos que parecía que volaban hacia mí, y al fondo encontré unas cuantas plumas de zopilote, las cuales consideré un regalo de la Naturaleza por haberme atrevido a pisar esa cueva. He sentido la lluvia que moja mi espalda en el cerro, corrido y sentir que vuelo junto con las aves. Me he sumergido en ojos de agua, con peces entre mis pies. He visto a lo lejos un venado entre el cerro, que me miraba fijamente, proyectando seguridad y tranquilidad. He observado la civilización entre los montes, prefiriendo adentrarme más en vez de llegar a pisar de nuevo el concreto. He sentido ese alivio al terminar de hacer un refugio, y cansado, disfrutar de la recolección vespertina. He estado rodeado por luciérnagas sin que me quede duda de que soy un animal más de esta Tierra. He caminado en las veredas por donde deambulaban mis ancestros teochichimecas, he encontrado puntas de obsidiana en esos caminos, una punta de obsidiana que quizás estuvo dentro del cuerpo de un invasor hiriéndolo, o no, de muerte, que sin duda fue lanzada por uno de mis antepasados, y que por pura obra de la causalidad llegó hasta mí, el hecho me hizo sentir como un “elegido” para honrar su memoria, y continuar con ese instinto guerrero y así lo he hecho.
Esto y más son mis experiencias personales las cuales me han hecho de mí un eco-extremista, cada individualista que quiera reivindicarse como tal tendrá sus propias experiencias y sus propias razones, estas son las mías.
Esta editorial es más personal que nada, aquellos lectores inteligentes sabrán comprenderlo los que no, pues no.
Si TÚ, lector de esta Revista Regresión, independientemente de que te consideres un eco-extremista o no, sientes realmente ese llamado, síguelo…
“Las colinas son mucho más bellas que los edificios de piedra. Vivir en una ciudad es llevar una existencia artificial. Muchas gentes nunca sienten bajo sus pies la Tierra, solo ven las plantas crecer en macetas, y nunca se desplazan lo suficiente para ver, más allá de las luces de la ciudad, el encanto de la noche estrellada. Cuando la gente vive tan lejos de las creaciones del Gran Espíritu, olvidan fácilmente sus leyes”
Tatanga Mani.
¡Por el apego a las actividades delincuenciales que sacien los instintos de los individualistas!
¡Escuchemos el llamado de lo Salvaje para recordar de donde provenimos!
¡Fuego, balas y explosivos contra el sistema tecnológico y contra la civilización!
¡La Naturaleza Salvaje (también) somos cada uno de nosotros, defendámonos de todo lo Ajeno!
¡Axkan kema, tehuatl nehuatl!
Chimallitzli
Abril 2016